lunes, 11 de noviembre de 2013

Las lágrimas de sangre (7)

Celia tomó por el brazo al escuálido niño que buscaba cangrejos entre las piedras del rio.
-¿Qué has dicho?
-¡Sueltame! –gimoteó el muchacho.
Celia le soltó y repitió la pregunta con voz fría.
-Pues que os brujos del hielo han matado a la esposa del príncipe –respondió el niño frotándose el brazo y mirándola con desconfianza-. Han arrasado su mansión de hechicería y los han capturado a todos. Incluso a la vieja esa que los guía. Los tienen a todos en las mazmorras del castillo. Aún no se sabe que van a hacer con ellos. Pero a la vieja la van a ahorcar, sí. Por traición y magia negra.
-¿Cuándo? –Celia podía sentir la bilis subiendo por su garganta-. ¿Cuándo la ahorcarán?
-Mañana al alba. Yo pienso coger sitio esta misma noche. Es la primera bruja a la que voy a ver ejecutar –el niño hablaba divertido-. Te recomiendo que también vayas esta noche. Mañana no cabrá ni un alfiler.
Y sin añadir palabra siguió con su búsqueda de cangrejos, con una amplia sonrisa.
La muchacha se apresuró hacia las casuchas que había al borde del rio. Trató de no echar a correr, pues lo último que necesitaba era llamar la atención.
Entró en una de las últimas casas del poblado, construida en adobe y con unos tablones de madera aquí y allá.
Dentro había una mujer avivando el fuego. Le sonrió al verla entrar, pero la sonrisa se esfumó cuando se fijó en la expresión de la joven.
-¿Qué ocurre Celia? –preguntó mientras la rodeaba con los brazos.
-La van a ahorcar Meere –sollozó la joven-. La van a ahorcar mañana y no podemos hacer nada.
Meere era una Hija de las Lágrimas Heladas, pero de las de menos poder. Su deber era enterarse de los rumores que circulaban entre las gentes de fuera de las murallas.
En el poblado la tenían por una hechicera que no había podido terminar sus estudios, pero sus conocimientos de hechizos sanatorios eran muy apreciados allí.
-Tranquila –susurró-. Grand volverá con alguna pista, ya lo verás.
Pero Celia ya había perdido la esperanza. Llevaba cuatro días en el poblado, sin nada más que hacer que controlar al cambiaformas mientras el se colaba en el castillo bajo un sinfín de formas con la intención de oír algo sobre la muerte de la princesa o el juicio de los Hijos. Pero no estaban más cerca de descubrir al traidor que hacía cuatro días y ella se sentía morir de impotencia.
Estaban totalmente seguros de que el secuestro lo había planeado Trandos, pues Grand había oído a los guardias hablar de ello. Por eso habían tardado tanto en acudir esa noche ante el ruido de la pelea, ya sabían que podía haber jaleo si el secuestro no salía tal como estaba planeado.
Pero nadie parecía saber nada sobre quien había informado a los bandidos de los planes de los Hijos. Los que estaban metidos en el secuestro estaban muy sorprendidos y complacidos de que la acusación hubiera caído sobre la Hermandad.
Celia al principio había tenido la esperanza de que el rey escuchara a la Madre y comprendiera que la muerte de la princesa no era culpa de los hijos. Pero sus esperanzas se esfumaron cuando Grand le contó que el rey de Lisse había viajado hasta Valasford con la intención de ver la ejecución de todos los que habían provocado la muerte de su hija. Si no era así declararía la guerra.
Sabía que ejecutarían a sus hermanos más importantes, aunque solo fuera para evitar la guerra. Pero, ¿a la Madre? Con todo lo que había ayudado al reino, con todo lo que había hecho por el rey cuando había ascendido al trono… ¿Cómo podían hacer eso?
El sonido de la puerta la sacó de sus pensamientos.
Era el cambiaformas.
-¡Grand! –se levantó sujetando la cadenita-. ¡La van a matar! ¡Van a matar a la Madre!
-Lo sé –se derrumbó en una silla cercana-. Lo he oído en palacio. El rey cree que es quien planeó todo. La acusan de alta traición, de colaborar con Trandos y de la muerte de la chica.
-¿De colaborar con Trandos? –dijo en apenas un susurro
-Al parecer capturaron en la frontera a un pequeño grupo de hombres, traidores. En los interrogatorios contaron que estaban esperando para llevarle la princesa a Trandos, que debía entregársela una anciana bruja con un emblema de copo de nieve.
-Es todo una trampa –Celia apenas podía pensar, sentía la sangre agolpándosele en la cabeza-. Alguien les contó lo sucedido y les convenció para contar esa historia –se apoyó en la pared, deshecha en lágrimas.
-Sea quien sea el traidor, no está en el palacio. He preguntado a todos cuantos me he atrevido. No hay ningún Hijo de las Lágrimas que no se encuentre en las mazmorras de magos. Además, esta misma mañana el rey ha ordenado que se busquen a los que huyeron y sean ejecutados.
-¿Van a matarlos a todos?
-Sí, mañana decapitarán a todos en las mazmorras mientras ejecutan públicamente a la Madre. Pero hay algo más. El rey ha ordenado que se busque principalmente a un cambiaformas y a una joven que le acompaña, por haber sido los que asesinaron con sus propias manos a la princesa. Piensan explorar cada palmo de la ciudad y alrededores con cientos de soldados. Tenemos que partir ya,
-¿Qué? No podemos. ¡No! –gritó la bruja-. Debemos descubrir al traidor… debemos ayudar a mis hermanos
-¿No lo entiendes? Van a registrar todas las casas y a rastrear el Poder. A no ser que para mañana hayas descubierto alguna manera de ocultar nuestro rastro mágico nos encontrarán.
-Pero… el traidor –titubeó Celia.
-Si el traidor estuviera en la ciudad créeme, lo habría encontrado. Solo se me ocurren dos posibilidades. O lo hizo por su cuenta y ha huido o es fiel a Trandos y ha huido. En cualquier caso no podemos encontrarle.
-Si está con Trandos sí podemos.
-Que actúe con Trandos no quiere decir que si vamos a su campamento le encontremos allí. Estaríamos arriesgándonos para nada.
-Para nada no. Para limpiar el nombre de los Hijos.
-¿Y qué más da eso si los van a matar a todos? ¡Ya no queda Hermandad de la que limpiar el nombre! Métetelo en la cabeza.
Celia tiró de la cadena con fuerza y el cambiaformas se derrumbó sobre la mesa entre gemidos de dolor.
-Espero que sea la última vez que me hablas así –dijo con voz acelerada-. Nunca te olvides de quien soy –soltó la cadena y el cambiaformas quedó tumbado sobre la mesa, jadeando-. He dicho que iremos junto a Trandos y averiguaremos si el traidor está con él. Me da igual si nuestra vida corre peligro. ¡Me da igual si van a matar a mis Hermanos! ¡Descubriremos la verdad, limpiaremos nuestro nombre y encontraremos a los Hijos que queden para rehacer la Hermandad!
Grand se incorporó con dificultad y asintió.

-Pero antes –susurró la bruja-, vamos a coger sitio para la ejecución

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