viernes, 15 de noviembre de 2013

Las Lágrimas de Sangre (8)

A Grand se le cerraban los ojos de sueño. Miró a su alrededor y se sorprendió al ver que parecía ser de las pocas personas en la plaza a la que le estaba venciendo el cansancio.
La mayoría de los allí congregados miraban con ojos ávidos hacia el horizonte, esperando ansiosos ver los primeros rayos de sol que anunciarían lo que pensaban, sería un espectáculo.
Lo cierto es que él también estaba deseando la llegada del amanecer. La idea de ver a esa repulsiva vieja morir lentamente, colgada de una soga le producía un delicioso escalofrío de placer. Aunque preferiría mil veces que a quien colgaran de esa cuerda fuera a Celia.
Le echó una rápida mirada. Al igual que todos los demás no apartaba la vista del horizonte, pero su gesto era de aprensión.
-Esto es peligroso –repitió el cambiaformas por enésima vez-. Deberíamos estar a horas de la ciudad, no a tres pasos de los hombres del rey.
-¿Quieres callarte? Creí haberte dejado claro que quien toma las decisiones soy yo. Nos iremos, pero no antes de que la Madre muera. No puedo abandonarla así. No puedo irme sin verla morir para así poder contar a todos la gran injusticia que ha cometido el rey Howard.
-¿Seguro que eso es lo único que quieres? ¿Acompañarla en sus últimos momentos? No estarás pensando en tratar de evitarlo, ¿verdad?
Celia negó con la cabeza levemente.
-Eso espero, porque no tendrías la más mínima oportunidad. Y no pienso permitir que pongas así mi vida en riesgo.
-¿Permitirme? ¿Tú a mí? –le miró con un profundo desprecio y alzó la mano en la que tenía la cadena-. ¿Cómo osas…?
Pero el suave sonido de un tambor la enmudeció. El sol empezaba a despuntar por el horizonte y se abrieron las puertas que daban a las mazmorras.
Cuatro hombres flanqueaban a la vieja, que parecía aún más decrépita que la última vez que la habían visto. Cada uno de  ellos agarraba una cadena de gruesos eslabones que acababa en cada una de las extremidades de la bruja. El metal estaban labrados símbolos rúnicos que a Grand le recordaban a los que había en su celda para impedir que usase su poder.
Prácticamente arrastraron a la anciana hasta el patíbulo. Sin quitarle las cadenas le pusieron una soga al cuello, también cubierta de runas, y el verdugo comenzó a leer un pergamino.
-Gran Madre de las Lágrimas Heladas, se os condena a colgar de la soga hasta morir por los delitos de traición, magia negra, magia de sangre y el asesinato de la esposa del príncipe, la princesa de Lisse –puso la mano en la palanca que retiraba el tablón de madera sobre el que reposaba la bruja-. ¿Tenéis unas últimas palabras?
La vieja se aclaró la garganta y su extraño susurro llenó la plaza.
-Recordad que este no es el final –dijo mientras mostraba sus afilados dientes en una torva sonrisa-. Los Hijos de las Lágrimas volveremos. Más fuertes y poderosos. Y volveremos con el auténtico rey –estiró el brazo y lo movió señalando a toda la plaza-. Y los que nos habéis traicionado, los que habéis aclamado nuestra muerte, os postrareis ante nosotros. ¡Y lloraréis! ¡Lloraréis lágrimas de sangre!
Dicho esto le hizo un gesto al verdugo quien, sin más, accionó la palanca. La anciana calló de golpe, quedando suspendida de la cuerda, balanceándose de un lado a otro.
No se le rompió el cuello, así que se fue ahogando lentamente. La gente gritaba enloquecida y Celia, junto a Grand, derramaba lágrimas silenciosas.
De pronto la piel de la anciana comenzó a brillas y la gente comenzó a apartarse del patíbulo, aullando de júbilo. Era bien sabido que cuando un brujo estaba a punto  de morir su cuerpo liberaba la magia que le quedara en forma de luz o llamas.
Pequeñas ascuas comenzaron a brotar de la piel de la vieja, hasta que todo su cuerpo ardía tenuemente mientras la multitud se regocijaba con el espectáculo.
Unos segundos después las llamas, junto con su vida, se apagaron.
Celia, a su lado, apretaba los puños contra los costados mientras fulminaba con la mirada uno de los balcones del palacio, en el que se podía distinguir al rey.
Por un instante el cambiaformas temió que fuera a cometer una locura, pero ella solo exhaló lentamente y musitó.
-Se ha terminado. Vámonos.

Mientras se abrían paso entre la multitud para salir de la plaza una voz se alzó desde el patíbulo.
-Queremos recordar a los ciudadanos que todos los Hijos de las Lágrimas son unos traidores. Si conocéis a alguna persona con un copo de nieve tatuado en alguno de sus brazos, con un emblema de copo de nieve o alguien que pueda resultar sospechoso, deben ponerse en contacto con la guardia del rey de inmediato. Se recompensará con 40 monedas a todo aquel que ayude en la captura de algún brujo.
>>Además también buscamos un cambiaformas y la bruja que le acompaña. Ellos mataron con sus propias manos a nuestra amada princesa. Cualquier información que nos ayude a capturar a ambos será recompensada con 200 monedas.
Celia se estremeció y agarró a Grand con fuerza, arrastrándolo tras ella entre la marea de personas. ¡200 monedas de oro! Tenían que salir de la ciudad inmediatamente.
Se dirigió apresuradamente a la puerta Norte de la ciudad. Era muy temprano y seguramente aún no habría muchos guardias pero, por si acaso, lanzó un suave hechizo sobre los dos para pasar desapercibidos.
Las calles estaban prácticamente vacías. La mayoría de la gente aún se encontraba frente al palacio.
Según se acercaban al extremo de la ciudad sentía el miedo invadirla. Sería la primera vez que salía de Valorn y puede que para no volver jamás.
Cuando llegaron a la puerta de la muralla se paró y dudó unos instantes. No tenía muy claro dónde encontrar a Trandos y si salía de la ciudad ya no tendría a nadie a quien recurrir, salvo Grand.
Se giró hacia él, que miraba la puerta con ansiedad.
-Una vez salgamos –dijo la joven con voz queda-. Solo nos tendremos el uno al otro. Prometo que intentaré tratarte mejor. Ahí fuera escucharé tus consejos y, cuando tengamos las pruebas necesarias te liberaré. Pero ahora necesito tu ayuda, te necesito. De verdad.
Grand la miró a los ojos unos instantes, en completo silencio, que a Celia se le hicieron eternos. Finalmente asintió, casi imperceptiblemente.
Ella le agarró más fuerte y, conteniendo la respiración, pasó entre los guardias que custodiaban la puerta.
No dejó de caminar, con la espalda muy tiesa. Unos minutos después se atrevió a mirar atrás. La ciudad se recortaba contra el cielo, aún algo oscuro. Sintió una fuerte opresión en el estómago y soló deseo poder volver a vivir en Valorn sin sentir el miedo que había sufrido esos últimos días.

Conteniendo las lágrimas de frustración se encaminó hacia el norte por el pedregoso camino, con el cambiaformas pisándole los talones.

1 comentario:

  1. La narrativa sigue en su linea, fluida y sencilla , y la historia cada vez mejora mas. Aunque sigo pensando que tarde o temprano Grand y Celia se acabaran matando o, por lo menos, teniendo una buena bronca ya que son demasiado diferentes como para congeniar. Espero que sigas subiendo capitulos a este ritmo.

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