A Grand se le cerraban los ojos de sueño. Miró a
su alrededor y se sorprendió al ver que parecía ser de las pocas personas en la
plaza a la que le estaba venciendo el cansancio.
La mayoría de los allí congregados miraban con ojos
ávidos hacia el horizonte, esperando ansiosos ver los primeros rayos de sol que
anunciarían lo que pensaban, sería un espectáculo.
Lo cierto es que él también estaba deseando la
llegada del amanecer. La idea de ver a esa repulsiva vieja morir lentamente,
colgada de una soga le producía un delicioso escalofrío de placer. Aunque
preferiría mil veces que a quien colgaran de esa cuerda fuera a Celia.
Le echó una rápida mirada. Al igual que todos
los demás no apartaba la vista del horizonte, pero su gesto era de aprensión.
-Esto es peligroso –repitió el cambiaformas por
enésima vez-. Deberíamos estar a horas de la ciudad, no a tres pasos de los
hombres del rey.
-¿Quieres callarte? Creí haberte dejado claro
que quien toma las decisiones soy yo. Nos iremos, pero no antes de que la Madre
muera. No puedo abandonarla así. No puedo irme sin verla morir para así poder
contar a todos la gran injusticia que ha cometido el rey Howard.
-¿Seguro que eso es lo único que quieres?
¿Acompañarla en sus últimos momentos? No estarás pensando en tratar de
evitarlo, ¿verdad?
Celia negó con la cabeza levemente.
-Eso espero, porque no tendrías la más mínima
oportunidad. Y no pienso permitir que pongas así mi vida en riesgo.
-¿Permitirme? ¿Tú a mí? –le miró con un profundo
desprecio y alzó la mano en la que tenía la cadena-. ¿Cómo osas…?
Pero el suave sonido de un tambor la enmudeció.
El sol empezaba a despuntar por el horizonte y se abrieron las puertas que
daban a las mazmorras.
Cuatro hombres flanqueaban a la vieja, que
parecía aún más decrépita que la última vez que la habían visto. Cada uno
de ellos agarraba una cadena de gruesos
eslabones que acababa en cada una de las extremidades de la bruja. El metal
estaban labrados símbolos rúnicos que a Grand le recordaban a los que había en
su celda para impedir que usase su poder.
Prácticamente arrastraron a la anciana hasta el
patíbulo. Sin quitarle las cadenas le pusieron una soga al cuello, también
cubierta de runas, y el verdugo comenzó a leer un pergamino.
-Gran Madre de las Lágrimas Heladas, se os
condena a colgar de la soga hasta morir por los delitos de traición, magia
negra, magia de sangre y el asesinato de la esposa del príncipe, la princesa de
Lisse –puso la mano en la palanca que retiraba el tablón de madera sobre el que
reposaba la bruja-. ¿Tenéis unas últimas palabras?
La vieja se aclaró la garganta y su extraño
susurro llenó la plaza.
-Recordad que este no es el final –dijo mientras
mostraba sus afilados dientes en una torva sonrisa-. Los Hijos de las Lágrimas
volveremos. Más fuertes y poderosos. Y volveremos con el auténtico rey –estiró
el brazo y lo movió señalando a toda la plaza-. Y los que nos habéis
traicionado, los que habéis aclamado nuestra muerte, os postrareis ante
nosotros. ¡Y lloraréis! ¡Lloraréis lágrimas de sangre!
Dicho esto le hizo un gesto al verdugo quien,
sin más, accionó la palanca. La anciana calló de golpe, quedando suspendida de
la cuerda, balanceándose de un lado a otro.
No se le rompió el cuello, así que se fue
ahogando lentamente. La gente gritaba enloquecida y Celia, junto a Grand,
derramaba lágrimas silenciosas.
De pronto la piel de la anciana comenzó a
brillas y la gente comenzó a apartarse del patíbulo, aullando de júbilo. Era
bien sabido que cuando un brujo estaba a punto
de morir su cuerpo liberaba la magia que le quedara en forma de luz o
llamas.
Pequeñas ascuas comenzaron a brotar de la piel
de la vieja, hasta que todo su cuerpo ardía tenuemente mientras la multitud se
regocijaba con el espectáculo.
Unos segundos después las llamas, junto con su
vida, se apagaron.
Celia, a su lado, apretaba los puños contra los
costados mientras fulminaba con la mirada uno de los balcones del palacio, en
el que se podía distinguir al rey.
Por un instante el cambiaformas temió que fuera
a cometer una locura, pero ella solo exhaló lentamente y musitó.
-Se ha terminado. Vámonos.
Mientras se abrían paso entre la multitud para
salir de la plaza una voz se alzó desde el patíbulo.
-Queremos recordar a los ciudadanos que todos
los Hijos de las Lágrimas son unos traidores. Si conocéis a alguna persona con
un copo de nieve tatuado en alguno de sus brazos, con un emblema de copo de
nieve o alguien que pueda resultar sospechoso, deben ponerse en contacto con la
guardia del rey de inmediato. Se recompensará con 40 monedas a todo aquel que
ayude en la captura de algún brujo.
>>Además también buscamos un cambiaformas
y la bruja que le acompaña. Ellos mataron con sus propias manos a nuestra amada
princesa. Cualquier información que nos ayude a capturar a ambos será
recompensada con 200 monedas.
Celia se estremeció y agarró a Grand con fuerza,
arrastrándolo tras ella entre la marea de personas. ¡200 monedas de oro! Tenían
que salir de la ciudad inmediatamente.
Se dirigió apresuradamente a la puerta Norte de
la ciudad. Era muy temprano y seguramente aún no habría muchos guardias pero,
por si acaso, lanzó un suave hechizo sobre los dos para pasar desapercibidos.
Las calles estaban prácticamente vacías. La mayoría
de la gente aún se encontraba frente al palacio.
Según se acercaban al extremo de la ciudad
sentía el miedo invadirla. Sería la primera vez que salía de Valorn y puede que
para no volver jamás.
Cuando llegaron a la puerta de la muralla se
paró y dudó unos instantes. No tenía muy claro dónde encontrar a Trandos y si
salía de la ciudad ya no tendría a nadie a quien recurrir, salvo Grand.
Se giró hacia él, que miraba la puerta con
ansiedad.
-Una vez salgamos –dijo la joven con voz queda-.
Solo nos tendremos el uno al otro. Prometo que intentaré tratarte mejor. Ahí
fuera escucharé tus consejos y, cuando tengamos las pruebas necesarias te
liberaré. Pero ahora necesito tu ayuda, te necesito. De verdad.
Grand la miró a los ojos unos instantes, en
completo silencio, que a Celia se le hicieron eternos. Finalmente asintió, casi
imperceptiblemente.
Ella le agarró más fuerte y, conteniendo la
respiración, pasó entre los guardias que custodiaban la puerta.
No dejó de caminar, con la espalda muy tiesa.
Unos minutos después se atrevió a mirar atrás. La ciudad se recortaba contra el
cielo, aún algo oscuro. Sintió una fuerte opresión en el estómago y soló deseo
poder volver a vivir en Valorn sin sentir el miedo que había sufrido esos
últimos días.
Conteniendo las lágrimas de frustración se
encaminó hacia el norte por el pedregoso camino, con el cambiaformas pisándole
los talones.
La narrativa sigue en su linea, fluida y sencilla , y la historia cada vez mejora mas. Aunque sigo pensando que tarde o temprano Grand y Celia se acabaran matando o, por lo menos, teniendo una buena bronca ya que son demasiado diferentes como para congeniar. Espero que sigas subiendo capitulos a este ritmo.
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